Una veterinaria colegiada en Asturias narra la tragedia vivida por su familia en Valencia: «fue terrorífico»

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La calle de la veterinaria afincada en Asturias María Gassó en Paiporta.

La familia de María Gassó, una veterinaria colegiada en Asturias pero originaria de Paiporta (Valencia), ha sobrevivido a la catástrofe de la DANA, aunque pasaron una primera noche «terrorífica, mucho peor de lo que se ve en televisión», según cuenta ella misma. Hasta ahora le han aconsejado que se quede en el Principado, donde trabaja, dada la situación caótica en la comunidad valenciana, pero el próximo lunes, 4 de noviembre, volverá al pueblo en su coche cargada de material de auxilio que le costeará el Colegio de Veterinarios de Asturias.

«Mi madre estaba trabajando en una nave que tienen en el polígono industrial de la Mina», narra ella. «Estaba sola cuando el agua comenzó a subir y subir, y pudo refugiarse con su perro en un cuartito que tienen arriba, aunque estaba a oscuras. Desde ahí veía el agua golpear y doblar el portón». Hasta el día siguiente no pudieron rescatarla.

Mientras tanto, su padre volvía de trabajar y ya no le fue posible acceder a su vivienda, donde la planta baja quedó completamente inundada. Afortunadamente, pudo refugiarse en el instituto de la localidad con otros vecinos y hablar con la madre, hasta que las baterías de los móviles se fueron gastando.

Peor fue para su abuelo, de ochenta años, que salió a rescatar su coche del garaje, pero el agua le impidió regresar. El agua ya estaba arrasando la calle y, cuando quiso volver a casa, era ya imposible. Por suerte, se subió a un banco y, agarrado a unos barrotes, aguantó hasta por la mañana. Pero vio cómo a un vecino se lo golpeaba un coche y se lo llevaba la corriente, «eran como juguetes arrastrados por el agua».

María no podía contactar con su familia y quiso salir de inmediato hacia Valencia, pero sus compañeros la disuadieron. Ahora recopila todo tipo de material que le han ido pidiendo desde su localidad natal: guantes, palas, carretillas, bombas de achique, linternas, hasta toallitas húmedas… de todo hace falta.

La mayoría no tiene luz y se apañan para comer gracias a lo que los voluntarios y algunos vecinos que sí disponen de cocinas comparten con ellos. «La solidaridad es impresionante. Es lo mejor de todo esto», dice la veterinaria.

Ahora toca reconstruir. El Colegio de Veterinarios ha hecho una aportación a su homólogo de Valencia y llama a los colegiados a que contribuyan en la medida de lo posible.